Señor, ayúdame a liderar como Jesús, con autoridad, amabilidad, humildad, valentía y poder. Como Jesús, que mi fortalezca proceda de mi relación personal contigo.
Liderar desde quién somos más que desde nuestra posición
Quién somos es mucho más importante que lo que hagamos o tengamos en términos de posesiones o posición. La autoridad de Jesús no procedía de tener una alta posición en cierta jerarquía. Venía de quién era como persona. Tenía una autoridad natural. Poseía una confianza total de que todo lo que debía decir era: «… el Señor lo necesita» (v.3). No se requerían amenazas ni promesas.
Ser amables y modestos
«Tu rey viene hacia ti, humilde» (v.5). Esta no es una característica del liderazgo que el mundo espera. Pero estaba justo en el corazón del liderazgo de Jesús. La palabra griega para «amable» significa alguien considerado, modesto. Es lo opuesto a la agresividad o la búsqueda del propio bien.
Evitar la arrogancia y la ostentación
Jesús entró a Jerusalén en un burro. Qué contraste con tantos líderes de la historia, tanto seculares como religiosos, que han vivido con pompas y ceremonias, con séquitos ostentosos. El modo de transporte de Jesús era una señal de su gran humildad. Es lo opuesto al orgullo y la arrogancia, que puede deslizarse con tanta facilidad en el liderazgo humano.
Tener la valentía de confrontar
En ocasiones, la gente piensa que la amabilidad y la humildad implican ceder ante cada situación, pero Jesús no temía la confrontación. Él «entró en el templo y echó de allí a todos los que compraban y vendían. Volcó las mesas de los que cambiaban dinero» (v.12). Uno de los aspectos más duros del liderazgo es reconocer el momento justo para confrontar.
El conflicto y la confrontación son partes necesarias del buen liderazgo. Fracasar en la confrontación es en sí mismo una decisión que acarrea consecuencias. La confrontación nunca es fácil, pero aplicada de forma sabia es una parte necesaria de un liderazgo valiente.
Procurar el poder espiritual, no el mundanal
El poder de Jesús era muy distinto al de muchos de los líderes en el mundo. «Se le acercaron en el templo ciegos y cojos, y los sanó» (v.14). El poder espiritual es mucho más importante que el terrenal. No puede ser «fabricado». Solo puede proceder de una clase de relación como la que Jesús tenía con Dios.
Hacer de la oración la prioridad más importante
En la confrontación de Jesús con los cambistas, vemos cuanta pasión tenía por la oración (v.13). A lo largo de los Evangelios leemos acerca de las ocasiones en que Jesús se retiraba (v.17) para estar a solas con Dios. Esa era la fuente de su fortaleza. Al igual que David, la oración estaba en el corazón del liderazgo de Jesús.
Oh, Señor, mi fortaleza, gracias por tantas veces en las que he clamado a ti pidiendo ayuda y has oído mi voz. Con todos los desafíos y retos por delante, nuevamente clamo a ti pidiendo auxilio.